Hola de nuevo, criatura lectora, en esta ocasión he visitado Madrigal de la Vera que es un destino de naturaleza, de cultura y de aventura.
Si ya me sigues y has leído otros posts míos me podrás definir como una viajera aventurera a la que le encantan los rincones de este país.
Madrigal de la Vera es una localidad extremeña situada al norte de la provincia de Cáceres, en la comarca de La Vera.
Me ha traído hasta aquí una preciosa casona que tengo a la venta que ha estado dedicada al negocio de turismo rural y que puedes convertir en una amplia y confortable vivienda si no deseas seguir con el negocio de hostelería.

He pasado unos días maravillosos en este pueblo, disfrutando de su naturaleza, su cultura, su gastronomía y su gente.
En este artículo, te voy a contar mi experiencia y te voy a dar algunos consejos para que puedas aprovechar al máximo tu estancia en Madrigal de la Vera.
Lo primero que hay que saber es que Madrigal de la Vera se encuentra en la falda sur de la Sierra de Gredos, lo que le confiere un microclima especial, con temperaturas suaves y abundante agua.

El pueblo está rodeado de gargantas y charcas cristalinas, donde se puede practicar el baño y el piragüismo.
Además, tiene un rico patrimonio histórico y artístico, con casas típicas de adobe y madera, un puente romano sobre la garganta de Alardos y una iglesia parroquial del siglo XVI dedicada a Santiago Apóstol.
Cómo llego hasta Madrigal de la Vera
Para llegar a Madrigal de la Vera, se puede optar por varios medios de transporte. En coche, se puede acceder por la carretera EX-203, que comunica Plasencia con Ávila.
Si vas en autobús, hay varias líneas que conectan el pueblo con Cáceres, Madrid y otras localidades cercanas.
En tren, la estación más próxima es Oropesa de Toledo, a unos 30 km.
Dónde me alojé
Una vez en el pueblo, hay varias opciones para alojarse. Yo me alojé en la casa rural El Holandés, ya que tengo que conocer a fondo sus detalles que la hacen única.
Actualmente está cerrado al público, pero abrieron para mí y pudiera conocer de primera mano todas las características de esta gran casa con mucha historia que la acompaña.
La primera impresión que me llevé fue que me pareció muy acogedora y con mucho encanto.
La casa rural El Holandés es una edificación de 1850 rehabilitada con mucho encanto y cuidado en tres estudios apartamentos rurales y un restaurante.
Cada estudio tiene capacidad para dos personas y está equipado con una pequeña cocina, un cuarto de baño, una televisión, climatización individual y conexión wifi gratuita.
Yo me alojé en el estudio A, que tiene unas vistas impresionantes del macizo central desde la habitación.
La casa se encuentra en la zona alta del pueblo, cerca de todos los servicios que se pueden necesitar.

El primer día lo dediqué a conocer el pueblo y sus alrededores
No dejo de darme cuenta de que Madrigal de la Vera es naturaleza cultura y aventura, siempre te sorprende cualquier rincón que visites.
Empecé por el centro histórico, donde pude admirar las casas tradicionales de adobe y madera, con sus balcones llenos de flores y sus tejados de teja árabe.
Me llamó la atención la cantidad de fuentes que hay repartidas por el pueblo, algunas con curiosos nombres como La Fuente del Chorro o La Fuente de los Seis Caños.
También visité la iglesia parroquial de Santiago Apóstol, que tiene una bonita portada plateresca y un retablo mayor del siglo XVIII.
Después me dirigí al puente romano sobre la garganta de Alardos que es uno de los símbolos del pueblo.
Se trata de un puente de piedra con tres arcos que cruza el río Tiétar. Desde allí se puede acceder a una zona recreativa con mesas y bancos, donde se puede hacer un picnic o simplemente relajarse al son del agua.

También puedes seguir el sendero que bordea la garganta y descubrir algunas charcas donde darse un chapuzón.
Yo me bañé en el Charco La Caldera, que tiene una profundidad de unos tres metros y una temperatura muy agradable para valientes de agua fría.
Mi aventura
Por la tarde me apunté a una actividad de aventura que me habían recomendado: el descenso en piragua por el río Tiétar.
Se trata de una ruta guiada de unos 12 km que dura unas tres horas y media. El nivel es fácil-medio, apto para principiantes y familias con niños.
La empresa que lo organiza se llama Vivetietar y tiene su sede en Candeleda, a unos 4 km de Madrigal de la Vera.
El precio incluye el material necesario: piragua, remo, chaleco salvavidas, el seguro y el transporte hasta el punto de partida.
La experiencia fue increíble si no te da miedo mojarte en agua bien fresquita, que, a pesar de las altas temperaturas, esta agua impresiona.

El río Tiétar tiene un caudal constante y unas aguas cristalinas que permiten ver el fondo y la fauna acuática.
Disfruté muchísimo del espectacular paisaje con la sierra de Gredos como telón de fondo y la vegetación ribereña como acompañante.
Durante el recorrido se pasa por varios puentes, presas y molinos, algunos de ellos en ruinas.
También se atraviesan algunos rápidos que le dan un toque de emoción a la actividad.
El monitor que nos guiaba estuvo atento y fue muy profesional explicándonos algunas curiosidades sobre el río y su entorno. Nos hizo la travesía muy amena.
Toca reponer fuerzas y relajarse
Al terminar la actividad, volví al pueblo y me fui a cenar a uno de los restaurantes que me recomendaron: el Restaurante Alhambra.
Se trata de un asador especializado en carnes a la brasa, sobre todo de ternera y cordero.
El local es amplio y acogedor, con una decoración rústica y un servicio atento. La carta es variada y ofrece también platos típicos de la zona, como las migas, el gazpacho o las patatas revolconas.
Yo tomé una ensalada de tomate y queso fresco, un chuletón de ternera con patatas fritas y una tarta de queso casera.
Todo estaba delicioso y con un precio muy razonable.
Segunda jornada en Madrigal de la Vera
El segundo día lo dediqué a hacer una excursión por la sierra de Gredos. Me apetecía conocer el pico Almanzor, el más alto de la sierra con sus 2.592 metros de altitud.
Para ello, tuve que ir en coche hasta la plataforma de Gredos, un aparcamiento situado a unos 1.800 metros de altitud desde donde salen varias rutas de senderismo.
El trayecto desde Madrigal de la Vera fue de unos 40 minutos por una carretera sinuosa pero bien asfaltada.
Una vez aparcada en la plataforma, me puse las botas, la mochila y el bastón y empecé a caminar por el sendero PR-AV 17, que lleva hasta el refugio Elola.
Se trata de un recorrido de unos 6 km que dura unas dos horas y media.
El sendero está bien señalizado con marcas blancas y amarillas y discurre por un paisaje alpino, con prados, rocas, lagunas, neveros y cabras, fauna autóctona de aquí: la cabra hispánica.

Un incidente inesperado
Estos bichos te observan estrábicos, algunos se acercan para que les des comida y compiten por la comida golosa que les ofreces dándose topazos entre ellas.
Aquí tienes que tener cuidado de no cruzarte entre sus contiendas porque te puede pasar lo que a mí.
Una saltó desde un risco casi a mis pies para apartar a otra que estaba cogiendo unas galletas que le ofrecí y por poco me veo envuelta en una reyerta entre cabras.
Superado el incidente tengo que decirte que la dificultad del paseo es media-alta, ya que hay que superar un desnivel de unos 600 metros.
El refugio Elola se encuentra junto a la Laguna Grande de Gredos que es una preciosa masa de agua rodeada de montañas.
El refugio es un edificio de piedra que ofrece alojamiento, comida y bebida a los montañeros. Tiene capacidad para unas 70 personas y está abierto todo el año.
Yo llegué al refugio sobre las 12 del mediodía y decidí hacer una parada para reponer fuerzas, tomándome un bocadillo de jamón ibérico, una cerveza y un café.
En ruta de ascenso
Después de descansar un rato, me dispuse a continuar la ruta hacia el pico Almanzor.
Para ello, tuve que seguir el sendero PR-AV 18, que parte del refugio y sube por la Portilla del Crampón, un paso estrecho entre dos paredes rocosas.
Se trata de un tramo muy empinado y exigente, que requiere cierta experiencia y precaución.
El sendero está marcado con hitos de piedra, pero hay que estar atento para no perderse.
Una vez superada la Portilla del Crampón, se llega a un collado desde donde se puede ver el pico Almanzor al frente.
Llegando hasta aquí, ya te queda poco para alcanzar la cima, pero también es lo más duro.
Hay que subir por una ladera pedregosa y resbaladiza, donde hay que usar las manos en algunos puntos.
No hay un camino definido, sino que cada uno busca su mejor opción. La dificultad es alta y no apta para personas con vértigo o sin preparación física.
Tras unos 45 minutos de ascenso desde el refugio, llegué por fin al pico Almanzor.
La sensación fue indescriptible. Me sentí orgullosa de haber logrado el reto y emocionada por las vistas que se abrían a 360 grados.
Desde allí se podía ver toda la sierra de Gredos, con sus cumbres nevadas, sus valles verdes y sus lagunas azules.

También se podía divisar el pueblo de Madrigal de la Vera y el río Tiétar, que parecían diminutos desde esa altura.
El cielo estaba despejado y el sol brillaba con fuerza. Hacía un poco de viento, pero no demasiado fresco.
Me quedé unos minutos contemplando el paisaje y haciendo algunas fotos para el recuerdo.
En ruta de descenso
Después de disfrutar de la cima, inicié el descenso por el mismo camino.
Tuve que tener mucho cuidado, sobre todo en la parte más inclinada, para no resbalar o caerme.
Bajé despacio y con precaución, ayudándome del bastón y de las manos.
Volví a pasar por el refugio Elola, donde me tomé otro café y charlé con algunos montañeros que habían hecho otras rutas.
Luego seguí bajando por el sendero PR-AV 17 hasta llegar a la plataforma de Gredos, donde me esperaba mi ansiado coche.
La excursión me había llevado unas siete horas en total, contando las paradas. Estaba cansada pero satisfecha.
Había sido una experiencia única e inolvidable, que recomiendo a todos los amantes de la montaña y la naturaleza.
Eso sí, tienes que ir bien equipada y preparada, respetando siempre el medio ambiente.
De vuelta a Madrigal de la Vera
Al llegar al pueblo, me di una ducha en La Casa del Holandés y me fui a cenar su propio restaurante.
Se trata de un establecimiento familiar que ofrece una cocina casera y tradicional, con productos de la zona y de temporada.
La cocina y los platos típicos de El Holandés están influenciados por la gastronomía de los Países Bajos, su país de origen.
Algunas de las características de esta cocina son el uso de la patata, el queso, el pescado, las especias y los dulces.
Degusté alguno de sus platos típicos: las croquetas holandesas, el rossejat con pimentón de La Vera y la pluma de cerdo ibérico.
Fue una experiencia gastronómica de fusión en un local muy acogedor que, junto a que todo estaba riquísimo, quedé muy impresionada.

Al día siguiente
El tercer día lo dediqué a hacer otra excursión por los alrededores del pueblo.
Me recomendaron realizar la ruta botánica de senderismo.
Me dirigí a una de las gargantas más famosas, la del Diablo, que se encuentra a unos 4 km de la casa rural.
Allí decidí hacer la ruta botánica de senderismo que me habían recomendado. Se trata de un recorrido circular de unos 6 km, con poco desnivel y mucha sombra, ideal para los meses de calor.
La ruta empieza en el puente sobre el arroyo Gargüera, donde hay un panel informativo con el mapa y las especies vegetales que se pueden observar.
El sendero sigue el curso del arroyo por una frondosa vegetación de fresnos, sauces, alisos, chopos y zarzas.

También se pueden ver plantas aromáticas como el tomillo, el romero, la lavanda o el cantueso.
El arroyo forma varias pozas y cascadas donde se puede refrescar uno y disfrutar del sonido del agua.
La ruta pasa por varios puntos de interés, como el molino de Bisbal, un antiguo molino harinero reconvertido en fábrica de papel; la casita de la compuerta, donde se regula el caudal del arroyo; o el puente de Santa Quiteria, mandado construir por el rey Jaime I.
Al final del recorrido se llega a la cascada del Diablo, un salto de agua espectacular rodeado de rocas y vegetación.
Es un lugar mágico donde merece la pena hacer una parada y contemplar la belleza del paisaje.
La ruta botánica de senderismo fue una experiencia muy gratificante y relajante.
Me encantó descubrir la diversidad y riqueza de la flora de la zona, así como el patrimonio histórico y cultural que se esconde entre las gargantas.
Por la tarde
Me apetecía conocer el Monasterio de Yuste, donde se retiró el emperador Carlos V en sus últimos años de vida.
Para ello, tuve que ir en coche hasta Cuacos de Yuste, un pueblo vecino a unos 15 km de Madrigal de la Vera.
El trayecto fue corto y bonito, atravesando campos de tabaco, pimientos y cerezos.
Una vez en Cuacos de Yuste, seguí las indicaciones hasta el monasterio, que está situado a unos 2 km del pueblo, en un paraje aislado y tranquilo.
El monasterio es un conjunto arquitectónico formado por dos partes: el convento de los Jerónimos y el palacio del emperador.
El convento es una construcción gótica del siglo XV que alberga una iglesia, un claustro y varias dependencias monásticas.
El palacio es una edificación renacentista del siglo XVI que fue mandada construir por Carlos V para su retiro personal.
Allí se pueden ver sus habitaciones, su biblioteca, su capilla privada y su sepulcro.
La visita al monasterio se puede hacer por libre o con guía. Yo opté por la segunda opción, ya que me pareció más interesante y completa.
La visita dura unos 45 minutos. El guía nos contó muchas anécdotas e historias sobre la vida del emperador y su relación con el monasterio.
La visita me gustó mucho. Me pareció un lugar lleno de historia y arte, donde se respira una atmósfera de paz y recogimiento.
Me impresionó especialmente la capilla privada del emperador, donde podía asistir a los oficios religiosos desde su cama a través de una ventana.
También me llamó la atención el contraste entre la sencillez del palacio y la riqueza del convento, que refleja la dualidad entre el poder y la espiritualidad del monarca.

Toca cenar
Después de la visita, volví al pueblo y me fui a cenar a un restaurante que me habían recomendado: el Restaurante El Lago.
Se trata de un restaurante situado junto a la garganta de Cuacos, que ofrece una cocina creativa y de calidad, con platos elaborados con productos locales y ecológicos.
El local es moderno y luminoso, con una terraza con vistas al río. La carta es variada y ofrece platos como el carpacho de ternera con queso de cabra, el bacalao confitado con pisto de verduras o el solomillo de cerdo ibérico con salsa de frutos rojos.
Yo pedí una ensalada de queso fresco con frutos secos, un arroz meloso con setas y foie y una tarta de queso con mermelada de arándanos.
Todo estaba exquisito.
Al día siguiente
El cuarto día lo dediqué a hacer otra excursión. Me apunté a otra actividad de aventura que me habían recomendado: el barranquismo en la garganta de Los Papúos.
Se trata de una actividad que consiste en descender por un cañón acuático, superando obstáculos naturales como saltos, toboganes, rápeles o sifones.
Es una actividad divertida y emocionante, que permite disfrutar de la naturaleza desde otra perspectiva.
La empresa que lo organiza se llama Gredos Tormes y tiene su sede en Jarandilla de la Vera, a unos 10 km de Madrigal de la Vera.
El precio incluye el material necesario: neopreno, casco, arnés, mosquetones, el seguro y el transporte hasta el punto de partida.
La experiencia fue fantástica. La garganta de Los Papúos tiene un recorrido de unos 2 km y un desnivel de unos 100 metros.

El nivel es medio-alto, apto para personas con cierta forma física y sin miedo al agua. El paisaje es impresionante, con paredes verticales, pozas cristalinas y cascadas espectaculares.
Durante el descenso se realizan varios saltos siendo el más alto de unos 8 metros, varios toboganes siendo el más largo de unos 15 metros, varios rápeles siendo el más alto de unos 20 metros y un sifón (un paso sumergido bajo una roca).
Ahí me tienes, de aventurera intrépida con la inconmensurable ayuda del monitor que nos guio cuidando de todo el grupo, dándonos todas las instrucciones y consejos necesarios.

De vuelta y empapada hasta los huesos
Al terminar la actividad, volví al pueblo y me fui a cenar a otro restaurante que me habían recomendado: el Restaurante La Cabaña.
Se trata de un restaurante situado en una cabaña de madera, que ofrece una cocina casera y familiar, con platos típicos de la zona y especialidad en carnes a la brasa.
El local es acogedor y tiene una chimenea que le da un toque cálido. La carta es sencilla y sabrosa.
Ofrece platos como el revuelto de morcilla, el chuletón de ternera o las costillas de cerdo. Yo pedí una ensalada mixta, un entrecot con patatas asadas y una tarta de manzana.
Había que reponer fuerzas, estaba canina.
De despedida
El quinto día lo dediqué a recoger mis cosas y despedirme de la familia que regenta El Holandés.
Me despedí de este pueblo que me había acogido tan bien durante estos días.
Ha resultado ser un viaje maravilloso, tengo que reiterar que Madrigal de la Vera es naturaleza cultura y aventura.
He conocido lugares increíbles, gente encantadora y sabores auténticos.
Había desconectado del estrés de la ciudad y me había conectado conmigo misma.
Sin duda, volvería a repetir esta escapada rural por la comarca de La Vera.
La casa rural El Holandés fue un alojamiento perfecto para disfrutar de unos días de desconexión y naturaleza.
Te lo recomiendo si buscas un lugar tranquilo, acogedor y con mucho encanto, además que ahora lo puedes hacer tuyo como negocio, o bien, transformándolo en tu residencia.