Mira tú por dónde, resulta que me llega una solicitud para vender una propiedad en Banuncias, un lugar con encanto y tradición vinícola.
La solicitud es de un alojamiento turístico en el centro del pueblo.

Ya hacía unos meses que decidí hacer una escapada a la provincia de León, buscando desconectar de la rutina y disfrutar de la naturaleza y la gastronomía.
Así que, aprovecho la oportunidad, hago la maleta y me voy a conocer el sitio ya que se trata de una casa solariega tradicional restaurada con mucha historia familiar.
No lo dudé y reservé mi estancia.
Banuncias es una localidad del municipio de Chozas de Abajo, que me llamó la atención por su belleza y su historia.
Si te gusta el turismo rural y el buen vino, te invito a descubrir Banuncias, que te sorprenderá por su belleza y su historia.
Banuncias se encuentra en una meseta a los pies de un amplio valle, rodeado de campos de cultivo y viñedos.
Su origen se remonta a la época romana, cuando se llamaba Valdunquias, y fue escenario de importantes acontecimientos históricos, como la batalla de Clavijo o la guerra de la Independencia.
Y llegué a Banuncias…
como digo, es encanto y tradición vinícola
Era un viernes por la tarde, después de un viaje en coche de unas tres horas y media desde mi casa, llego a Banuncias y… el sitio donde me voy a alojar ocupa una manzana en el centro del pueblo.
Tarde soleada, olor a campo, a hierba fresca recién cortada.
¡Madre mía!
¡Oh, sorpresa!
¡Pero si es un caserón solariego tradicional!

Es un lugar con «encanto», que evoca tradición en todos sus rincones y que bien se puede transformar en una casa rural para ejercer la actividad de turismo rural…
Me recibió Rosy, la dueña del alojamiento, una mujer muy amable y simpática, que me enseñó la estancia y me dio algunas indicaciones sobre el pueblo y los alrededores.
Me instalé en una habitación con sala independiente y baño, era muy acogedora y tenía unas bonitas vistas al pueblo.
Descubriendo el encanto de Banuncias
Después de descansar un rato, salí a dar un paseo por el pueblo, que me sorprendió por su encanto y su tranquilidad.
Vi la iglesia del siglo XVIII, las antiguas escuelas, el lavadero público y las casas tradicionales de piedra y adobe.
También me informé que, muy cerca de Banuncias, a 1 Km., hay unas bodegas subterráneas, las cuevas del canal. Y también muy cerca, a 8 Km. en Valdevimbres, que algunas de ellas son restaurantes, cierto que despertaron mi curiosidad.
Ahora entiendo por qué Banuncias es encanto y tradición vinícola.
Parece que me encuentro en los Montes de la Luna, donde se encuentra la aldea del Hobbit en los confines de la Tierra Media, la del Señor de los anillos.
Al caer la tarde, volví al alojamiento y me preparé para cenar.
Rosy me había recomendado uno de esos restaurantes en cueva muy cercano, donde se podía degustar la cocina típica de la zona, basada en productos frescos y locales.

Me dirigí al restaurante y me senté en una mesa junto a la vinoteca.
Pedí un cocido maragato, un plato contundente y sabroso, que se sirve al revés: primero la carne, luego los garbanzos y las verduras, y por último la sopa.
Para acompañar la cena, pedí una botella de vino de Banuncias, que me sorprendió por su calidad y sabor.
De postre, elegí unos dulces artesanos, que estaban deliciosos.
El ambiente nocturno me sorprendió

Tras la cena en el restaurante, Hernando, el camarero, me recomendó un garito de moda para cerrar la noche. Por Diossss, tengo que bajar ese cocido como sea…
Se trata de la terraza «La costa del Adobe, chiringuito Las Tres Lunas», es una de las terrazas más exclusivas de la provincia de León.
Es un lugar próximo a la casa solariega de Banuncias que, con el boca a boca se ha convertido durante este tiempo en una agradable sorpresa para todo el que se acerca hasta este pueblo leonés.
Con restaurante, bar, piscina, ambiente Chillout de música luz y copas con baños nocturnos atrae a todos los que escogen despedir el día en buen ambiente de relax ibicenco.
Hablé con José Pablo, el anfitrión, y me comentó que mantienen el chiringuito abierto desde final de mayo hasta la mitad de septiembre.
Así que, si quieres conocer el acogedor ambiente que te vas a encontrar nada más entrar, haz tus planes dentro de estas fechas, no te vas a arrepentir.
Yo conocí a gente maravillosa.
Después, tras mucha noche consumida, volví a mis aposentos, nunca mejor dicho y me acosté.
Mi cuerpo se desplomó abatido por el cansancio y dormí como los bebés, disfrutando del silencio y de la comodidad de la cama.
A la mañana siguiente…
Al día siguiente, me levanté temprano y desayuné en la propia casa.
Me sentía como una princesa en un castillo con grandes espacios y estancias superiores.
Pude visitar todas las instalaciones con las indicaciones de Rosy, me explicó con detalle todas las remodelaciones y mejoras que había hecho respetando la arquitectónica original.
[Si quieres ver todos los detalles, puedes visitar la ficha del inmueble que tengo clasificado como «Casa solariega en Banuncias»]
Después de todo el recorrido por la casa, me invitó a desayunar.
Mi anfitriona me había preparado un desayuno casero, con pan recién hecho, queso de Valdeón, mermelada artesana y zumo natural.
Después, me puse las botas y salí a hacer una ruta de senderismo por los alrededores del pueblo.
Ella me había dado un mapa con varias opciones de rutas, según el nivel de dificultad y el tiempo disponible.
Elegí una ruta circular de unos 10 kilómetros, una buena propuesta para seguir quemando el cocido de anoche.

La ruta pasa por varios pueblos cercanos como Ardoncino, Mozóndiga o Fresnellino del Monte.
Es una caminata muy bonita y variada, con paisajes de campos y viñedos, bosques y ríos.
Disfruté mucho del contacto con la naturaleza y del aire puro. Hice varias paradas para observar las aves y descansar.
A mediodía, llegué de nuevo a Banuncias y fui a comer al mismo restaurante del día anterior.
Ya había quemado el cocido y esta vez me pedí un botillo, otro plato típico de la zona, que consiste en un embutido relleno de carne de cerdo adobada y ahumada, que se cuece con patatas, berza y chorizo.
Maridado con el vino típico de Banuncias.
Hay que ser valiente y hacer una buena inmersión cultural, si no, cómo voy a transmitirte mis sensaciones vividas.
¡Ah! Y de postre repetí los dulces artesanos.
Las cuevas
Después de comer, fui a visitar las cuevas bodegas subterráneas de Valdevimbre y el centro de interpretación del vino.
Había reservado una visita guiada con antelación, ya que era una actividad muy demandada. Me reuní con Ernesto, el guía, y el resto del grupo en la plaza del pueblo.
Ernesto nos explicó que las bodegas eran unas construcciones excavadas en la tierra, que se usaban para guardar y elaborar el vino.
Me recuerdan muchísimo a las cuevas de El Molar (Madrid).
Nos dijo que el vino de Banuncias tenía una gran tradición y que se hacía con uvas de la zona, siguiendo un proceso artesanal.
Nos llevó a una de las bodegas, que estaba abierta al público.
Bajamos por unas escaleras y entramos en un espacio tenebroso, oscuro y fresco, con un olor a vino y a madera.
Vi varias tinajas de barro, barricas de roble y botellas de vidrio, donde se guardaba el vino.
Ernesto siguió contándonos algunas curiosidades sobre la historia y la cultura del vino en el pueblo.
Al final de la visita, nos ofreció una cata de vino, donde pudimos probar varios tipos de vino de Banuncias, con diferentes aromas y matices.
Nos preparó unos aperitivos de queso, embutido y pan que maridan muy bien con el vino, que, por cierto, estaba riquísimo.
Después de la visita, volví al alojamiento y me relajé un rato.
Un descanso en el Spa
Por la tarde, me fui a un spa en León, a unos 15 Km, bastante cerca de Banuncias.
Había reservado una sesión de masaje y un circuito termal. Me recibió Lola, una chica amabilísima, que me llevó a la sala de masajes.
Te digo que toqué el cielo… ahí lo dejo.
Me dio un masaje relajante con aceites esenciales que me dejó como nueva.
Recordé el estanque que vi durante mi paseo.
Luego me pasó al circuito termal, donde había una piscina climatizada, un jacuzzi, una sauna y un baño turco.
Que para mí ya estaba demás, pero no quise contrariar a Lola por lo atenta que estaba conmigo.
Disfruté mucho del agua y del calor: pasé frío en los pies, calor, sudé, anduve por las piedras, como si caminase por el balasto de las vías del tren, en fin, que me ayudaron a eliminar el estrés y las tensiones.
El botillo ya no estaba en mi cuerpo, la verdad, es que no sé en qué momento lo perdí.
Después del spa, fui a cenar a la casa solariega.
Esta vez le pedí a Rosy una cena suave.
Me puso una ensalada de lechuga, tomate, queso de cabra y nueces, acompañada de una tortilla de patatas de buen perfil y un flan casero.
De bebida le pedí un zumo natural.
La cena fue «más ligera» que las anteriores, pero como se entiende por aquí, con la propia dimensión leonesa.
Después de cenar, estuve acompañada por Rosy en buena conversación, en uno de los amplios salones con vistas al patio.
Era mi última noche en Banuncias y me sentía muy feliz y satisfecha por haber conocido este pueblo tan bonito y acogedor.
La despedida
Al día siguiente, me levanté temprano y desayuné muy bien, con esos desayunos regios de la zona.
Mi anfitriona se despidió con mucha amabilidad y me deseó un buen viaje. Le di las gracias por su hospitalidad y le prometí volver algún día.
Cogí el coche y me dirigí a Madrid, de vuelta a casa.
Por el camino, vi peregrinos del Camino de Santiago que pasa muy cerca de Banuncias.

Recordé todo lo que había vivido en Banuncias: las vistas, los sabores, los olores, las sensaciones, lo buen acogida que me sentí…
De ahí que pueda decir una y otra vez que «Banuncias es encanto y tradición vinícola»
Me di cuenta de que había sido un viaje inolvidable y que había conocido un pueblo y sus alrededores con mucho encanto y gran tradición vinícola.
Si tú también quieres conocer Banuncias en León, te animo a que lo hagas.
Te enamorarás del lugar.