¡…A donde da la vuelta el aire!
Entro en la última rotonda y rodeándola, tomo la primera salida a la derecha, en dirección al horizonte. El cartel indicador reza;Valdetorres de Jarama-Torrelaguna, lanzo la vista lo más lejos posible, miro a lo lejos, muy, muy a lo lejos, observando el panorama; nubes bajas y gruesas que se agolpan caprichosas en típicos cúmulos algodonales de sugerentes formas y tonalidades, entre blancos brillantes, azules y grises plateados, peleándose las unas con los otros por besar las líneas difusas, más o menos altas o más o menos bajas de las montañas, perfiladas estas, en azules grises y terrosos tonos.
Mantengo la velocidad, la maquina sigue rodando ligera mientras a mi izquierda a lo lejos discurre un verde ribete de copas ribereñas que plácidamente se mecen dibujando la sinuosa línea del Jarama; la vega y de frente el pico de San pedro, entremezclándose en colores y sombras con el resto de las triangulares formas.
Sobre el gris asfalto, me acompañan veloces rallas blancas que me dibujan y señalan el camino; continuas, continua -discontinua, continua y es como decir ; ahora puedo ahora no puedo, a la derecha señales y más señales, marcan hitos en el camino, despacio, no corras, te estás pasando levanta el pie, rodando, rodando que no hay prisa, y el coche va solo, a su aire, desahogado, siguiendo siempre la línea recta. Esa recta que me lleva siempre algún lugar con la libertad de poder decidir yo misma el camino, el momento y lugar.
No es día ni hora de atascos, ¡Anchas castillas! Sin domingueros, un vistazo al retrovisor; nadie detrás, nadie delante, de frente tampoco viene nadie, sin ciclistas en el arcén ¡Es una gozada!
Desde mi privilegiado asiento; asiento, sillón, butaca, tengo la mejor localidad, en la mejor fila, la primera fila del mejor cine y con vistas panorámica y en tecnicolor.
No se puede pedir más.
El paisaje me es familiar, pero no por ello deja de ser espectacular, siempre tiene algo de nuevo, avanzo suavemente introduciéndome en él. A ambos lados de la carretera dorados campos, campos y campos de cereal que se aúnan con el horizonte con las nubes bajas y el azul celeste, los llanos, los llanos y la vega ¡Vamos donde da la vuelta el aire! Si donde da la vuelta el aire y las nubes me echan carreras.
¿Lloverá? No lloverá. Esas nubes no traen agua, si vienen del pico de San Pedro no traen agua, no, ya lo dicen los mayores del lugar, si la nube pica en San Pedro no descarga.
Y ya queda menos, a lo lejos, muy tímidamente asoma la débil silueta del pueblo con sus casitas rosadas, escasos dos kilómetros y estoy en casa, cuarta, tercera, el coche responde obedece y me hace sentir segura, reduce, pisando freno, reduce; a treinta que aquí entramos en población, ya estoy en casa, en casa como diría mi madre; ¿Hija donde te has ido a vivir?
¿A dónde?
… a donde da la vuelta el aire.
Dejo a un lado la entrada principal del pueblo, avanzando unos metros más doy intermitente a la izquierda, giro y entro en mi calle; estrecha, limpia, llana como la palma de la mano, y al fondo flanqueada de casas bajas se abre un nuevo horizonte.
Voy frenando para dejar el coche en la puerta, he llegado, me espera la casa, el patio, la chimenea, mis libros, mis quehaceres; una semana por delante de paz, tranquilidad y sosiego, en el lugar que he elegido para vivir .
Valdetorres de Jarama…Allí, a donde da la vuelta el aire!